lunes, 27 de octubre de 2008

Las vísperas de un abrazo

 


 



 

Nuestras miradas

se encaprichaban de las nubes

para evitar el temblor de encontrarse.

 

Desprendidos de cordura,

nuestros rostros anduvieron

inventando esquinas y calles

en las mejillas de la mañana.

 

Palabras a media letra,

sin sentido,

que no decían,

balbuceaban,

apenas sin rumbo,

a la deriva de un te quiero,

por escaparse de la voz

que pudiera pronunciarlo.

 

 



 

 

 

 

Las palabras de tu piel

 



 

Antes de los deseos y su cortejo

antes de las promesas de existir en ti,

mi inocencia  caprichosa te inventó.

 

Te escribió en besos henchidos de viento

en los mares azules de  la vida

al borde de tu cuerpo, sin saberlo. Te escribió.

 

Caligrafía que traspasaba la carne

entre un hallazgo imposible

y un encuentro en los confines de dos.

 

Letras que de abecedarios antiguos

componían caricias desnudas en los cuerpos,

y sinfonías en el último suspiro del amor.

 

 

Tacto


 



Caricias por empezar,

rotas de espera;

de soñarse fatigadas,

lo mismo que nuestras bocas

de besarse en la distancia.

 

Las manos al descubrir

un tumulto de  gozos

traspasados por el mar,

hicieron del tacto asombros,

dibujando estelas de placer

en la travesía

de nuestra primera desnudez.

 


La sala de exposición


La Muralla Bizantina


El yacimiento conocido como Muralla Bizantina fue excavado en 1983, encontrándose unos grandes muros asociados a materiales cerámicos de época bizantina, por lo que se pensó que pudiera pertenecer al recinto amurallado que en dicho período protegía la ciudad. El carácter monumental de tales hallazgos, unido a su indudable importancia histórica, hicieron que se tomara la decisión de conservarlos en un sótano visible sobre el que, posteriormente, se instaló La Sala Municipal de Exposiciones.


Fuente



 




 



 



 



 



 



 

Los autores



 

Juana Hernández Conesa (Cartagena, 1956)

Dra. en Filosofía y Ciencias de la Educación

Profesora de la Universidad de Murcia

 

José Carlos Ñíguez Carbonell (Cartagena, 1954)

Dr. En Medicina y Cirugía

Médico especialista en Pediatría

 

Andrés Manuel Ñíguez Carbonell (Cartagena, 1956)

Ldo. en Filosofía y Ciencias de la Educación

Profesor de Educación Secundaria

La tierra

 



Está el día cansado

de silencios,

vagabundo y roto

se enhebra a la  noche

en un dejar de ser.

Y yo en las puertas

oscuras de la ausencia

siento como avanza

en su rodar: la Tierra,

entre la litúrgica condena

de los cautivos, atados

a una gravedad sin infinitos.

 

Agua y luz



Ahí comenzó todo: Un buen día, después de haber vagado juntos por el gran espacio, el padre sol y la madre tierra, entendieron que había llegado el momento de crear la vida. Nada mejor que el gran útero líquido de los océanos, para recibir la semilla de luz que engendraría los procesos de la vida orgánica.


Quizás por eso los seres vivientes, seguimos portando agua y sal en nuestras entrañas. Somos pequeños fragmentos emancipados del mar, que para seguir viviendo tenemos que mantener, intacta en nuestro interior, esa alquimia primigenia.


Por eso todos los humanos, aunque provengamos de las montañas, soñamos con ver el mar algún día. Es como una llamada inconsciente para retornar a nuestra patria original. Por eso, de una u otra manera, todos estamos amarrados en azul.


Juana Hernández Conesa y los hermanos Ñíguez Carbonell, José Carlos y Andrés Manuel, nos proponen un viaje interior a través de sus percepciones íntimas, de sus miradas, de sus sentimientos encarnados en palabras. Es una colección de instantes, de momentos de encuentro, de serenas contemplaciones.


Más que describirnos paisajes, nos muestran el interior de sus corazones, en un lenguaje cargado de destellos de luz y evocadoras metáforas, que nos hablan de un mar habitado por el amor.


De un mar junto al que nacieron. De un mar junto al que transcurrirán sus vidas.


                                                       Carlos Moisés García


                                                       Fotógrafo y Editor


 


 

domingo, 26 de octubre de 2008

Nudos

Nudos


 


Nudos... Fue Gauss, quien en el siglo XIX inició el estudio de la teoría de los nudos. Nudos matemáticos que, por sí solos, no se pueden soltar y que se estrechan al tirar de sus cabos. Nudos que los matemáticos distinguen perfectamente de los enredos, cuerdas aparentemente anudadas que se liberan al estirar de sus extremos.


Hay otros nudos. Los de amistad y cariño. Son los nudos que me unen a los autores, y sólo ellos pueden explicar mi transformación desde bioquímico a  presentador de esta hermosa y singular experiencia artística. Este es la clase de los nudos que sobrevuelan por el bello foto-poemario y por la Exposición.


El pequeño, en tamaño, pero grande en afecto, nudo de amistad en el que conviven la poetisa, el fotógrafo y el bioquímico es un símbolo del gran nudo con que se enlazan letras, artes y ciencia para compartir anhelos y espacios.


La capacidad de admiración, ese distintivo y prerrogativa del hombre sobre los animales, lleva al ser humano a inquirirlo todo y a preguntarse el porqué del mundo maravilloso que le rodea. Por la admiración, según Aristóteles, comenzó el hombre a filosofar. Desde todos los rincones a donde el hombre dirige su mirada surge una admiración primero y una interrogación después: el mar, el viento, el agua, el transcurrir de las nubes, el crecer de los árboles, el tejer de las arañas, el volar de los pájaros, el amor....


Primero, la admiración pues "el hombre que ha perdido la facultad de maravillarse es como hombre muerto" (Eintein). Después, el interrogante. Según Asimov la frase más excitante que se puede oír en ciencia, la que anuncia nuevos descubrimientos, no es "¡Eureka!" (¡Lo encontré!) sino "Es extraño ...", es decir, la pregunta inicial para realizar la búsqueda de las causas íntimas de las cosas.


Para la poesía, para el arte o para la ciencia el anhelo principal es el de la búsqueda, el conocimiento, la experimentación. El espacio común es el de la creatividad e innovación.


La realidad nos cambia y nosotros cambiamos la realidad. Ese incesante e infinito fluir en que consiste el conocimiento es perfectamente entendido por la poesía, que  lo interpreta mediante unos trazos que en nuestro cerebro se convierten en imágenes que se producen y destruyen a sí mismas, pero nos dejan las luces del conocimiento y sentimiento. Ciencia y poesía nacieron de una fuente común, y juntas marcharon largo tiempo. Luego, se separaron y los científicos llegaron a pensar que podían capturar la realidad dentro sus cajas, menospreciando a los poetas. Pero la realidad siempre escapa de su encierro. Hoy la ciencia acepta que la realidad no es delimitable y por ello tiende a acercarse a la poesía. Ciencia y poesía se interpenetran, como ya anticipara el gran poeta romántico alemán Georg Friedrich Philipp Freiherr von Hardenberg, Novalis, "El poeta comprende a la Naturaleza mejor que el sabio". ¿Por qué?. Posiblemente porque la realidad captada por la poesía pueda serlo de un modo más total que por la ciencia.


Jesús Aller, quien simultanea tareas de científico, poeta y fotógrafo, ha escrito que "El artista crea, el artesano construye. El artesano aplica leyes, el artista las descubre". Posiblemente todos estemos de acuerdo en que dentro de los científicos, poetas y fotógrafos existen muchos artesanos, pero afortunadamente también encontramos a verdaderos artistas. Es decir, creadores. Como lo es Juana Hernández Conesa, descubriéndonos  calladas emociones y sentimientos. Como lo lo son José Carlos y Andrés Ñíguez despertándonos sugerencias e inquietudes a través del arte de la luz que baña totalmente a sus fotografías y las impregna de vida y sugerencias.


Ilusionadamente, Juana, José Carlos y Andrés investigan para comprender, sabiendo que nunca llegarán al final pues como el premio Nobel de Física Steven Weinberg nos recordaba "Cuanto más comprensible parece el universo, más absurdo parece también".  Entonces, les preguntaremos a los científicos, a los artistas, a los poetas "Para qué investigar, para qué intentar comprender?". Y la respuesta sería ésta: Lo que importa no es la meta. Lo importante es caminar, observar los nudos, describirlos e, incluso comprenderlos parcialmente. La vida es camino que se desliza entre nudos.


Los nudos lo llenan todo. La teoría matemática de los nudos no se limita a buscar cómo enderezar una tira de luces de Navidad. Por ejemplo, guarda relación muy estrecha con varias sectores del Álgebra, con la clasificación de las partículas en espacios bidimensionales, la estructura submicroscópica del espa­cio físico, la teoría de la relatividad, de la gravedad o la estructura del ADN, la molécula que sirve de base para el desarrollo de la vida. Algunos físicos incluso creen que la materia está formada por pequeñísimos lazos de espacio-tiempo que lo llenan entrelazándose unos con otros, en lo que se denomina una trama, lo que permite sus deformaciones, estiramientos, pliegues, etc., pero siempre siguiendo las reglas de  la teoría de nudos, lo que podría ayudar a intentar describir la materia, el mundo material y decirnos algo sobre el problema aún no resuelto de la descripción cuántica de la gravedad y la existencia de esa postulada y necesaria partícula elemental, el gravitón, hasta ahora indetectable.


Cuando el observador de la Naturaleza logra trascender de la realidad inmediata, y decide ir más allá de la mera función de reproducirla o aplicar sus leyes, decidiendo buscar interpretaciones más profundas y creativas, basadas en las ideas, su canalización se puede realizar a través de diversos cauces pero el autor será un artista. El cauce de la poesía nos conduce a la poetisa. El de la luz al fotógrafo.


Disfrutemos, pensemos, inquietémonos, reflexionemos, alegrémonos, entristezcámonos pero, sobre todo, admiremos y gocemos de la obra de los autores, dejándonos anudar por ese gran lazo de arte y amor que nos lanzan.



 

 

                                              José Antonio Lozano Teruel

                                              Catedrático de Bioquímica. Facultad de Medicina

                                              Ex Rector de la Universidad de Murcia

Amarrados en azul




Amarrados en azul - Fotopoemario

  


Camina el hombre pegado a la suela de sus zapatos, derrochando anónimos; como quien persigue la locura de explicar a Dios en las álgebras del mundo. Amarra, cielo a cielo, astros en sus pensamientos de barro para encontrar, en los azules, los sacramentos de la tierra y sus oficios. Mira despacio las profecías de los días y sus trabajos. Se detiene en los límites de los nudos del alba. En el oráculo de la realidad explica sus anhelos; amarrando la vida a los puertos que le dan nombre a sus veleidades. Busca en el mar antiguas melodías, para iluminar a la certera muerte que lo amarra a un destino sin remedio que lo amarra a una gravedad sin noticias de infinitos. Se abraza a los azules que embriagan los excesos del ayer, entre el mar y el cielo. Desterrado, desterrado camina el hombre con su sombra y sus sigilos.